July 01, 2016

[sic]






Qué fastidio.

Nunca más me vuelvas a hablar de música, de nada, mejor. 

Todo lo que tiene que ver contigo me borra la sonrisa, 
me da pesadez, es desgastante, no hay más que hastío.



     La humanidad, desatada e impúdica, perdida la confianza en sí, un concepto ya del deber, engreída, soberbia y fatua, llena de altiveces, dispuesta a no resignarse, frívola y frenética, olvidada de la serenidad y de la sencillez, ambiciosa y triste, reclamándole a la vida mucho más de lo que la vida puede dar, desposeída de esa alegría por la alegría que es el único camino de la dicha, corre enloquecida hacia la definitiva bancarrota.
     Ya no hay un hombre que no proteste de algo: de que los políticos lo hacen mal, de que el camarero eche el café fuera del vaso, de que haya que circular por la derecha, de que la tinta de los periódicos manche, de que el camisero le pase una factura a últimos de mes, de que el sastre le mande la suya el día primero, de que los novios se besen, de la organización general del Estado, de la trata de blancas, del Ayuntamiento, del clima.
     Todo molesta, todo fastidia, todo crispa.
     Se es brusco.
     A derecha e izquierda encuentra uno gentes que están a disgusto con su destino, que desdeñan lo que han logrado, que desean lo que no tienen y que, en el fondo, querrían que nadie tuviese nada. Se respira descontento, se vive en plena desadaptación. Todos los nervios están a flor de piel. Se ha arrumbado la amabilidad. Hablar es discutir. Discutir es pegarse. Se opina con el bastón y se razona con la cartera.
     La palabra derecho sale de todas las bocas:
     "Yo tengo derecho"."¿Con qué derecho?". "Defiendo mis derechos”'.—"¡No hay derecho!".—"Estoy en mi derecho".
     El individualismo duro y —heroico de otros tiempos ha sido sustituido por un colectivismo blando, cómodo, femenino y fácil. Y cuando se trata de prosperar, el hombre actual busca el apoyo de los demás hombres que están en su caso, organiza un Sindicato y se dirige a los Poderes públicos pidiendo esto o aquello. ¿Acceden los Poderes públicos a la petición? A vivir hasta que llegue el momento de pedir otra cosa. ¿No acceden a la petición los Poderes Públicos? Pues el hombre que deseaba prosperar y sus compañeros de ansias y de Sindicato se echan en brazos del sabotaje y se lían a tiros con la Policía. A esto lo llaman los periódicos "el problema social".
     Al hombre se le ha sustituido por "el partido"; la dignidad humana se ha trocado en "el triunfo electoral", el libre albedrío se ha convertido en "la sociedad de resistencia"; el individuo ha pasado a ser "la masa"; y la iniciativa personal se ha transformado en "el Comité".
     El hombre, que se ha vuelto cobarde para afrontar la vida él solo y de cara, se ha vuelto valiente para hacerse pistolero en pandilla.
     Todos creen tener razón en un momento histórico que se caracteriza, precisamente, por la falta de razón de todos.
     Todos amenazan: el obrero con la huelga, el Gobierno con los fusiles, el patrono con el despido, el hijo con el abandono, el padre con el Reformatorio, la hija con la fuga con el novio, la esposa con el divorcio, el marido con irse al Extranjero, el catedrático con el suspenso y el alumno con no entrar en la clase y romper los bancos.
       Cada cual es rey de sí mismo y aspira a ser emperador de los demás.
     Todo el mundo está engreído y es soberbio y sabe más que el de al lado, y más guapo, más  nteligente, y más fuerte y más ingenioso. Todo el mundo aconseja, no por bondad y desprendimiento, sino porque el consejo lleva implícita la inferioridad del aconsejado. Y en los toros el oficinista le grita al torero: "¡Maleta! A ese toro hay que obligarle". Y el que toma un taxi dice del "chofer": "Este tío no sabe conducir; ¡si agarrara yo el
volante"! Y el espectador de un teatro sale gruñendo: "¡Majaderías! Mejor que eso lo escribo yo". Y el ciudadano murmura: "Si yo fuera Gobierno..." Y el presidente del Consejo exclama: "En mi puesto querría yo ver, señores diputados, a los que opinan que mi gestión no es acertada".
Y así hasta el infinito.
     La Humanidad, descentrada, puesta de espaldas a todas las cualidades espirituales, desdeñosa de lo estimulante y de lo consolador, y enfrentada con todos los materialismos perturbadores y entristecedores, ha perdido la perspicacia de ver dentro de sí, no sabe a qué achacar su mal sabor de boca y se revuelve contra esto y contra aquello, sedienta de venganza y convencida de que debe de haber "alguien" o "algo" culpable de que ella no se encuentre a gusto. Esta indignación es para la Humanidad un goce, porque para un miserable siempre es un placer el poder injuriar. Y la Humanidad recurre a esa indignación para hacerse la vida soportable.
     Todo el mundo se aborrece y murmura y calumnia, y cada individuo se atrinchera en sí mismo para poder descargar su odio, sobre los demás. El bueno es tonto; el malo, un monstruo; el que oculta la verdad, un hipócrita; el que la hace ostensible, un cínico.
     Frecuentar el trato de mujeres sin honor es para la sociedad libertinaje; pero ir siempre del brazo de una sola mujer honrada significa ser un desgraciado sin atractivos. Si a un hombre se le ve en compañía de su hija nadie dejará de pensar que es su querida; pero si se hace acompañar de su querida siempre afirmará alguien que ella es su madre. Un hombre que vive sólo es un egoísta; pero al que sostiene una familia dilatada se le tacha de pobre diablo. Si no tienes hijos te llamarán impotente; pero ten hijos, y asegurarán que son de un amigo, salvo cuando hablen de ese amigo, en cuyo caso dirán que son tuyos para reventar al otro. Al que triunfa se le considera como un bandido o un farsante y al que fracasa como un miserable o un incapaz. El que ultraja es un canalla, pero el que se deja ultrajar es un cobarde. Si estás de acuerdo con los demás dirán que eres tonto; si les compadeces te llamarán fatuo y engreído; si les discutes te odiarán, pero si te burlas dé ellos con sarcasmos y risas afirmarán que eres un amargado. Rico, te despreciarán por burgués; pobre, te despreciarán por inútil. Si tratas bien a las mujeres eres un ingenuo; si las tratas mal eres un chulo. Si te separas de la mujer con quien vives jurarán que ella se ha ido con otro; si no te separas dirán que "el otro" entra en tu casa. Para la Humanidad, en fin, el hombre, cuando va con una mujer, es un cornudo; cuando va con otro hombre es un pederasta y cuando va solo es un onanista.

Todo es odio, rivalidad, furia, bilis, y ácido clorhídrico.

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