"La gente me provoca confusión.
Eso me pasa por dos razones principales.
La primera razón principal es que la gente habla mucho sin utilizar palabra alguna. Se dice que si uno arquea una ceja puede querer decir montones de cosas distintas. Puede significar por ejemplo "creo que lo acabas de decir es una estupidez".
También se dice que si cierras la boca y expeles aire con fuerza por la nariz puede significar que estás relajado, o que estás aburrido, o que estás enfadado, y todo depende de cuánto aire te salga por la nariz y con qué rapidez y de qué forma tenga tu boca cuando lo hagas y de cómo estés sentado y de lo que hayas dicho justo antes y de cientos de otras cosas que son demasiado complicadas para entenderlas en sólo unos segundos.
La segunda razón principal es que la gente con frecuencia utiliza metáforas.
Y es cuando describe algo usando una palabra que no es literalmente lo que describe. Es decir, que la palabra metáfora es una metáfora. "
Alice se había atado a ello con la obstinación con que uno se ata a las cosas que lo perjudican.
Conscientes somos de que algo nos hace daño. Culpables somos porque nos negamos a dejarlo, a borrarlo, a evitarlo, a sacarlo de la mente... del organismo.
Lo traemos de vuelta aún cuando nos han ayudado a alejarlo, lo buscamos, lo guardamos, procuramos no mirarlo, pero siempre con la certeza de que está, en ese lugar, donde lo dejamos.
Somos necios, masoquistas, obtusos... buscando, en cada ocasión, una pizca de deleite en cada galón de lágrimas, en cada caja de ira.
Y así, nos pasamos los días... reincidiendo, esperando que la próxima vez sea la definitiva... o que no sea.
Como quien teniendo diabetes, no deja de comer pastel.